La conexión entre la salud de los adolescentes y las redes sociales

Los adolescentes pasan entre siete y once horas al día conectados a redes sociales de algún tipo, la mayor parte de ellos a través de sus teléfonos móviles. Éstos proporcionan un acceso a internet más libre y sin supervisión que nunca. Los padres deben saber lo que esto puede suponer para sus hijos.

Aunque las redes sociales tienen aspectos positivos y, socialmente, pueden ser una plataforma para fomentar la empatía, la aceptación de la diversidad y la inclusión, lo cierto es que también entrañan peligros como el cyberbullying (acoso a través de las redes), el sexting (envío de mensajes y fotos de contenido sexual), acceso sin control a pornografía, comportamientos peligrosos al volante, adicción a los videojuegos y depresión relacionada con las redes. Estos riesgos atañen a prácticamente todos los aspectos de la salud y el bienestar de los adolescentes. Veamos por qué.

La adolescencia es una etapa de crecimiento y desarrollo muy rápidos. Los preadolescentes comienzan a hacerse adultos alrededor de los once años y el proceso continúa a lo largo de la adolescencia temprana, media y tardía, hasta que culmina con los chicos y chicas convertidos en adultos jóvenes. Esta transición incluye muchos cambios físicos como el incremento de altura y masa corporal, el desarrollo sexual y la capacidad para procrear, así como cambios en la estructura facial.

A nivel intelectual, la adolescencia aparece cuando los niños desarrollan capacidad para el pensamiento abstracto y usan esta nueva habilidad para aprender nuevas formas de interactuar con el mundo exterior. La capacidad de pensar de forma abstracta les permite comprender lo que significan los derechos y las obligaciones, determinar lo que está bien y lo que está mal y por qué, y también entender que sus acciones influyen en otras personas.

Estos cambios en los procesos físicos e intelectuales permiten a los adolescentes crecer emocional y socialmente, al tiempo que su esfera social se amplía. Aparecen nuevas necesidades a nivel social y emocional a medida que los chicos y chicas van creando grupos, aprenden a mezclarse con los que consideran sus iguales, pero también a destacar, y empiezan a tener relaciones sentimentales.

Todas estas facetas se integran y entremezclan, de manera que resulta imposible separar o aislar un aspecto concreto de los demás. Por tanto, las acciones o actividades propias de un aspecto de su vida (sea físico, intelectual, emocional o social) acaba influyendo en todo lo demás.

Según lo anteriormente expuesto, ¿cómo afectan las redes sociales a la salud de los adolescentes? Pues bien, está claro que las horas – como decíamos anteriormente, entre siete y once — que los adolescentes pasan sentados delante de una pantalla, no están físicamente activos. Hoy en día, se considera que más del 30% de los adolescentes padecen sobrepeso u obesidad y las cifras están aumentando. El exceso de peso en la adolescencia puede llevar a sufrir diabetes, hígado graso, problemas en las arterias coronarias y dolencias óseas o articulares. Además, los adolescentes con sobrepeso corren mayor riesgo de depresión y baja autoestima física. También son más propensos a sufrir acoso, lo cual, a su vez, afectará a su interacción social.

Según varios estudios, el 25% de los adolescentes ha sufrido acoso a través de las redes, lo que puede hacerles sentir inseguros o incluso evitar interactuar con otros chicos y chicas. Por otro lado, la abundancia de pornografía online está afectando a la manera en que los adolescentes entienden las relaciones sexuales: con frecuencia la pornografía muestra a los varones como protagonistas del acto sexual y sus necesidades se anteponen a las de la mujer, mientras que éstas se muestran complacientes o disfrutando de este trato desigual, como parte intrínseca del acto sexual. Esto puede afectar en cómo los chicos y las chicas se relacionan cuando empiezan a salir. Si los padres no han hablado claramente con sus hijos e hijas acerca del respeto, el consentimiento y cómo tratar a la otra persona en una relación íntima y, en cambio, su único referente es la pornografía, esto puede predisponerles a asumir roles de agresores y de víctimas en sus primeras experiencias sexuales.

También a nivel intelectual, podemos decir que estar conectado es una actividad pasiva. Los adolescentes modernos hacen un uso intensivo de Snapchat y YouTube para ver contenido e interactuar entre ellos. Limitarse a recibir grandes cantidades de material que no requiere ningún tipo de esfuerzo intelectual puede programar la mente para que se mantenga inactiva. La actividad intelectual es necesaria para resolver problemas matemáticos y para retener información. El esfuerzo que realizan los adolescentes para aprender información les ayuda a construir nuevas conexiones neuronales, necesarias para la adquisición de conocimiento. Por tanto, cuando los adolescentes simplemente cogen sus teléfonos y buscan ahí toda la información que necesitan, en lugar de hacer el esfuerzo necesario para averiguarla por sí mismos, baja su nivel de aprendizaje y disminuye su capacidad para retener información. Por otra parte, es necesario que los chicos y chicas tengan tiempo libre para sentarse y pensar sin estar constantemente estimulados y distraídos por imágenes o videos, para así evaluar situaciones, prestar más atención a los detalles y ser creativos.

El entorno online es un mundo muy maquillado, que raramente refleja la vida real. El problema es que al sumergirse en esa imagen de la vida, tan glamurosa como falsa, durante un periodo de rápido desarrollo social y emocional como es la adolescencia, los chicos pueden llegar a pensar que, en comparación, la vida real no es tan buena. Además, las imágenes publicadas en redes sociales generalmente están editadas y seleccionadas con cuidado para que lo que muestran parezca perfecto. Esto puede causar efectos devastadores en adolescentes cuyos cuerpos sufren cambios a veces desconcertantes y que posiblemente no se parecen a los de las imágenes online. Los jóvenes que creen que no dan la talla comparados con la belleza perfecta que ven online pueden desarrollar una baja autoestima o no ser capaces de apreciar las cosas buenas de sus propias vidas, porque nada llega al nivel de perfección que muestran las redes.

Como se ve en los ejemplos aquí expuestos, hay una relación entre la salud de los adolescentes y las redes sociales. Como ocurre con casi todo, las redes sociales no son buenas ni malas; todo depende del uso que se les dé. Los padres pueden ayudar a sus hijos adolescentes a aprovechar lo bueno de las redes sociales y al mismo tiempo a evitar los riesgos que éstas entrañan, siendo proactivos y monitorizando lo que sus hijos ven en internet. Si mantenemos las vías de comunicación siempre abiertas y hablamos con nuestros hijos de cómo les va la vida y las cosas que les ocurren, les ayudaremos a transitar por esta complicada etapa de sus vidas que es la adolescencia.

Fuentes:

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Golden, N., Schneider, M., & Wood, C. (2016). AAP Committee on Adolescence: Preventing obesity and eating disorders in adolescents. Pediatrics 138(3): e20161649.

Lenhart, A., Ling, R., Campbell, S. & Purcell, K. (2010). https://www.pewinternet.org/2018/05/31/teens-social-media-technology-2018/ Consultado el 3 de abril de 2019.

Smith, A. & Anderson, M. (2018). Social Media Use in 2018. Washington DC: Pew Internet and American Life Project. Sacado de: https://www.pewinternet.org/2018/03/01/social-media-use-in-2018/ Consultado el 3 de abril de 2019.

Strasburger, V., Jordan, A., & Donnerstein, E. (2012). Children adolescents, and the media: health effects. Pediatric Clinics of North America 59(3), págs. 533-587.

Madden M., Lenhart, A., Duggan, M., Cortesi, S., & Gasser, U. (2013). Teens and Technology. Washington DC: Pew Internet & American Life Project. Sacado de: http://www.pewinternet.org/Reports/2013/Teens-and-Tech.aspx. Consultado el 3 de abril de 2019

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© 2019 Deanna M. Mason. Proactive Parenting.

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Sobre la Instructora
Paternidad Proactiva
Dra. Deanna Marie Mason PhD
Mas de 20 años de experiencia clínica ayudando a familias: Licenciada en Enfermería, Máster en Práctica Avanzada de Enfermería: Pedriatric Nurse Practitioner y Doctorado (PhD) en enfermería. Profesora universitaria, especialista en educación del paciente, investigadora pediátrica, colaboración con publicaciones científicas internacionales de primer nivel, actividad filantrópica continuada relacionada con la promoción de la salud y el bienestar, esposa y madre de dos hijos.

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